La cantidad de proteínas que se
requieren cada día es un tema controvertido, puesto que depende de
muchos factores. Depende de la edad, ya que en el período de crecimiento
las necesidades son el doble o incluso el triple que para un adulto, y
del estado de salud de nuestro intestino y nuestros riñones, que pueden
hacer variar el grado de asimilación o las pérdidas de nitrógeno por las
heces y la orina. También depende del valor biológico de las proteínas
que se consuman, aunque en general, todas las recomendaciones siempre se
refieren a proteínas de alto valor biológico. Si no lo son, las
necesidades serán aún mayores.
En general, se recomiendan unos 40 a 60 gr. de proteínas al día para un
adulto sano. La Organización Mundial de la Salud y las RDA USA
recomiendan un valor de 0,8 gr. por kilogramo de peso y día. Por
supuesto, durante el crecimiento, el embarazo o la lactancia estas
necesidades aumentan.
El máximo de proteínas que podemos ingerir sin afectar a nuestra salud,
es un tema aún más delicado. Las proteínas consumidas en exceso, que el
organismo no necesita para el crecimiento o para el recambio proteico,
se queman en las células para producir energía. A pesar de que tienen un
rendimiento energético igual al de los hidratos de carbono, su
combustión es más compleja y dejan residuos metabólicos, como el
amoniaco, que son tóxicos para el organismo. El cuerpo humano dispone de
eficientes sistemas de eliminación, pero todo exceso de proteínas
supone cierto grado de intoxicación que provoca la destrucción de
tejidos y, en última instancia, la enfermedad o el envejecimiento
prematuro. Debemos evitar comer más proteínas de las estrictamente
necesarias para cubrir nuestras necesidades.
Por otro lado, investigaciones muy bien documentadas, llevadas a cabo en
los últimos años por el doctor alemán Lothar Wendt, han demostrado que
los aminoácidos se acumulan en las membranas basales de los capilares
sanguíneos para ser utilizados rápidamente en caso de necesidad. Esto
supone que cuando hay un exceso de proteínas en la dieta, los
aminoácidos resultantes siguen acumulándose, llegando a dificultar el
paso de nutrientes de la sangre a las células (microangiopatía). Estas
investigaciones parecen abrir un amplio campo de posibilidades en el
tratamiento a través de la alimentación de gran parte de las
enfermedades cardiovasculares, que tan frecuentes se han vuelto en
occidente desde que se generalizó el consumo indiscriminado de carne.
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